En pleno desierto australiano se encuentra el famoso monolito rojo, el “Uluru” es el monolito más grande del mundo, también conocido como Ayers Rock.
Se encuentra en el Parque Nacional Uluru Kata Tjuta que nos ofrece parajes y paisajes únicos de cadenas rocosas y formaciones geológicas que se extienden en un territorio de más de 1,300 kilómetros cuadrados, convirtiéndose así en un agreste paisaje que ha sido declarado como patrimonio mundial desde el año 1987 por la UNESCO.
La formación rocosa se eleva 348 metros sobre el terreno circundante, y 863 metros sobre el nivel del mar, aunque la mayor parte se encuentra bajo tierra. El contorno del monolito mide 9.4 km.
El monolito parece salido de la nada. Tras recorrer kilómetros de desierto, en el corazón de Australia se alza el montículo de arenisca rojiza de Uluru como si acabara de emerger de las profundidades del magma terrestre. Es el centro de lo que los aborígenes australianos llamaron Dreamtime (el Tiempo del Sueño), la época en que todo comenzó. Relacionado también con el Mito de la Creación de los Anangu, el pueblo aborigen que se considera guardián de la misteriosa roca que quiebra la soledad y la plana amplitud del desierto. Entienden que es el auténtico «Ombligo del Mundo».
En 1873, mientras exploraba el árido territorio del norte de Australia, el comisionado William Gosse descubrió una hilera de montículos rocosos al sur de Alice Springs. El más impresionante de todos fue un enorme monolito rojo, al que bautizó como Ayers Rock en honor del Primer Ministro australiano, sir Henry Ayers. Pero Gosse ignoraba que la roca de vivos colores ya llevaba el nombre que le había sido dado por los nativos: Uluru.
Uluru es el hogar de los pueblos Pitjantjatjara y Yankunytjatjara, conocidos como los Anangu, y les fue devuelta su propiedad en 1985. La zona contiene gran cantidad de cuevas y pinturas de los aborígenes y son lugares sagrados, muchos de ellos cerrados al público. Todas las marcas geofísicas en la mole de Uluru adquieren su significado a través de un relato, una fábula o una canción. En los pliegues superpuestos de la roca, los aborígenes ven por ejemplo al lagarto Kandju, que llegó hasta aquí buscando su bumerang perdido.
MITO DE LA CREACION DE LOS ANANGU
Hasta llegar a la pubertad, los jóvenes aborígenes desconocen los secretos mayores de sus ancestros. Pero llega un día cuando los jovencitos se reúnen y mutuamente decoran su cuerpo con figuras totémicas en ocre rojizo, tiza blanca y carbón. Se preparan para la ceremonia del Demonio de la Montaña, Kandju, representado por un lagarto de feroz aspecto. A través de una precisa mímica, los jóvenes narran como pájaros y lagartos se reunieron para una fiesta, cómo los sorprendió un gran incendio y cómo, desde entonces, el cuerpo de uno y otros aparece con manchas de distinto color y tamaño. Poco después, esos jovencitos son separados de sus madres y entran en el largo período de iniciación, durante el cual una noche serán cubiertos con sangre humana, otra se les arrancará un diente y después se les cubrirá el pecho con brazas.
Terminado el tiempo de iniciación, sólo entonces podrán conocer los grandes relatos del Tiempo del Sueño. Sabrán del Tjukurpa. Sabrán que ciertos orificios de a roca son los ojos de un enemigo muerto por la Pitón Sagrada y que una saliente es la nariz de un ancestro entregado al sueño eterno. También, que las diversas cavernas son para los hombres o para las mujeres, y que no es posible infringir impunemente la regla, pues sólo mirar las pinturas realizadas en la caverna del sexo opuesto puede acarrear terribles castigos por parte de Kandju, el Gran Lagarto.
El Tjukurpa fue la época en que la Tierra era aún maleable y estaba en proceso de formación. En aquel tiempo, héroes a medias humanos y a medias animales llevaron a cabo viajes y hazañas, dejando a sus descendientes una red de sendas y caminos a través de los vastos desiertos australianos. En sus viajes encontraron, y también crearon pozos y manantiales. La supervivencia de los nativos del desierto dependía de que supieran encontrar estos lugares con agua situados a lo largo de las rutas Tjukurpa. Este conocimiento les fue trasmitido oralmente por sus antepasados en forma de canciones y ceremonias rituales. Pero el Tjukurpa es mucho más complicado: sus misterios y su magia están integrados en el pensamiento y en las emociones de los aborígenes.
Uluru es el punto crucial en la intrincada red de rutas del Tjukurpa, que se extiende a lo largo del continente. Allí tenían su morada los Pitjantjatjara u hombres-canguro, que vivían en la zona norte, y los Yankuntjatjara u hombres-serpiente, que habitaban en el lado sur, extraños seres ambos mitad hombre mitad animal. En las proximidades de Uluru se libraron dos grandes batallas, que aún son rememoradas en cantos y ceremonias de los aborígenes actuales.
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1.Cataratas de Iguazu
2.La Alhambra
3.Perito Moreno
4.Petra, La Ciudad del Desierto
5.El Salto del Ángel
6.Taj Mahal
7.Highland, Escocia
8.Chichén Itzá
9.Las Grutas de Postojna
10.Parque y Cascadas de Plitvice
11.Los monasterios de Meteora
12.Terrazas de Arroz de Banaue, Batad y Bangaan
13.La Calzada del Gigante
14.Bahía de Ha-Long
15.Angkor – Camboya
16.Parque Nacional Arches
17.Valle Lauterbrunnen
18.Parque Nacional Banff
19.Cataratas Victoria
20.La Isla de Pascua
21.Glaciar Jostedalsbreen
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Interesante vuestro articulo. Me parece que los Europeos tenemos la desagradable costumbre de cambiarle el nombre a las cosas. Coño ¡nos creemos los dueños del mundo!
Gracias por el comentario, en breve retomaremos esta sección.