Era una vez una carrera de ranas. El objetivo era llegar a lo alto de una gran torre. Había en el lugar una multitud. Mucha gente para animarlas y gritar por ellas.
Comenzó la competición. Como la multitud no creía que pudieran alcanzar la cima de aquella torre, lo que más se escuchaba era:
-«Que pena, esas ranas no lo van a conseguir, no lo van a conseguir…»
Las ranitas comenzaron a desistir. Pero había una que persistía y continuaba subiendo en busca de la cima. La multitud continuaba gritando:
– «que pena, vosotras no lo vais a conseguir!…»
Las ranitas estaban dándose por vencidas. La excepción era aquella ranita que seguía y seguía tranquila y ahora cada vez más con más fuerza.
Llegando el final de la competición todas desistieron, menos esa ranita que curiosamente en contra de todo, seguía.
Llegó a la cima con todo su esfuerzo. Todos querían saber que le había pasado. Un sapito le fue a preguntar como había conseguido concluir la prueba. Y descubrieron que era sorda.