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El afinador de pianos

Hace un tiempo trajimos a casa un afinador de pianos. Este hombre era un verdadero artesano. Trabajó en cada una de las cuerdas del piano durante horas y horas, tensándolas hasta el nivel correcto para crear la vibración perfecta.

Al final de la jornada, el piano sonaba perfectamente. Al preguntarle cuanto le debía, el hombre contestó:

-No se preocupe, ya le pasaré la factura la próxima vez qué venga.

-¿La próxima vez? – fue mi reacción inmediata.- ¿Qué quiere decir?

-Pues qué volveré mañana y luego volveré una vez a la semana durante el próximo mes. Después volveré una vez cada tres meses durante el resto del año.

-¿De qué me está hablando? – le pregunté, sin comprender- ¿Es qué no ha hecho y todos los ajustes necesarios en el piano? ¿No lo ha dejado ya listo?

-Si, – me contestó – pero esas cuerdas son fuertes. Para mantenerlas a un nivel de tensión perfecto hay qué ajustarlas. Así qué tengo qué volver para tensarlas de nuevo de forma regular, hasta qué la cuerda se haya acostumbrado a permanecer a ese nivel.

En ese momento pensé: «que gran negocio que tiene montado este hombre.»

Aquel día también aprendí una gran lección: Eso es exactamente lo que tenemos que hacer para alcanzar el éxito. Una vez que hayamos efectuado el cambio, debemos reforzar lo inmediatamente. Luego tenemos que condicionar nuestro sistema nervioso para alcanzar el éxito no solo una vez sino de forma consistente.

Carrera de Ranas

Era una vez una carrera de ranas. El objetivo era llegar a lo alto de una gran torre. Había en el lugar una multitud. Mucha gente para animarlas y gritar por ellas.

Comenzó la competición. Como la multitud no creía que pudieran alcanzar la cima de aquella torre, lo que más se escuchaba era:

-«Que pena, esas ranas no lo van a conseguir, no lo van a conseguir…»

Las ranitas comenzaron a desistir. Pero había una que persistía y continuaba subiendo en busca de la cima. La multitud continuaba gritando:

– «que pena, vosotras no lo vais a conseguir!…»

Las ranitas estaban dándose por vencidas. La excepción era aquella ranita que seguía y seguía tranquila y ahora cada vez más con más fuerza.

Llegando el final de la competición todas desistieron, menos esa ranita que curiosamente en contra de todo, seguía.

Llegó a la cima con todo su esfuerzo. Todos querían saber que le había pasado. Un sapito le fue a preguntar como había conseguido concluir la prueba. Y descubrieron que era sorda.

En el Andén de la Vida

Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren en en que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora. La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo. Buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera.

Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. Imprevistamente, la señora observó cómo aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente.

La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera, pero tampoco dejar pasar aquella situación o hacer de cuenta que nada había pasado; así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y saco una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.

Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrío. La señora ya enojada, tomó una nueva galleta y, con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.

El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente.

Finalmente, la señora se dio cuenta de que en el paquete sólo quedaba la última galleta.

«No podrá ser tan caradura», pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas. Con calma el joven alargó la mano, tomó la última galleta, y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad. Así, con un gestoa moroso, ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de banco.

-«¡Gracias!» – dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad.

-«De nada» – contestó el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad.

Entonces el tren anunció su partida… La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó: «¡Qué insolente, qué mal educado, qué será de nuestro mundo!». Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su bolso, su paquete de galletas intacto.

Cuántas veces nuestros prejuicios, hacen valorar erróneamentea las personas; cuántas veces la desconfianza ya instalada en nosotros, hace que juzguemos injustamente perdiendo la gracia natural de compartir y enfrentar situaciones.

Cuenta tu jardín por las flores, no por las hojas caídas.

Cuenta tus días por las horas doradas, y olvida las penas habidas.

Cuenta tus noches por estrellas, no por sombras.

Autorrechazo de Jorge Bucay

Otra vez recurrimos al maestro Bucay en las historias de los sábados, esperamos que les guste.

Gracias a quien corresponda.

Estaba allí desde el primer momento, en la adrenalina que circulaba por la venas de tus padres cuando hacían el amor para concebirte, y después en el fluido que tu madre bombeaba a tu pequeño corazón cuanto todavía eras solo un parásito.

Llegue a ti antes de que pudieras hablar, antes aun de que pudieras entender algo de lo que los otros te hablaban. Estaba ya cuando torpemente intentabas tus primeros pasos ante la mirada burlona y divertida de todos. Cuando estaba desprotegido y expuesto, cuando era vulnerable y necesitado.

Aparecí en tu vida de la mano del pensamiento mágico, me acompañaban… las supersticiones y los conjuros, los fetiches y los amuletos… las buenas formas, las costumbres y la tradición… tus maestros, tus hermanos y tus amigos.

Antes de que supieras que yo existía, yo dividí tu alma en un mundo de luz y uno de oscuridad. Un mundo de lo que estaba bien y otro de lo que no lo esta.

Yo te traje tus sentimientos de vergüenza, te mostré todo lo que hay en ti de defectuoso, de feo, de estúpido, de desagradable. Yo te colgué la etiqueta de «diferente», cuando te dije por primera vez al oádo que algo no andaba bien contigo.

Existo desde antes de la conciencia, desde antes de la culpa, desde antes de la moralidad, desde lo principios del tiempo, desde que Adan se avergonzó de su cuerpo al notar que estaba desnudo… ¡y lo cubrió!.

Soy el invitado no querido, el visitante no deseado, y sin embargo soy el primero en llegar y el ultimo en irme. Me he vuelto poderoso con el tiempo, escuchando los consejos de tus padres sobre como triunfar en la vida.

Observando los preceptos de tu religión, que te dicen que hacer y que no hacer para poder ser aceptado por Dios en su seno. Sufriendo bromas crueles de tus compañeros en el colegio, cuando se reían de tus dificultades. Soportando las humillaciones de tus superiores. Contemplando tu desgarbada imagen en el espejo y comparándola después con la de los «exitosos» que se muestran por televisión.

Y ahora, por fin,
Poderoso como soy
y por el simple hecho
de ser mujer,
de ser negro,
de ser judío,
de ser homosexual,
de ser oriental,
de ser discapacitado,
de ser alto, pequeño o gordo…
puedo transformarte…
en un montón de basura,
en escoria,
en un chivo expiatorio,
en el responsable universal,
en un maldito
bastardo
desechable.

Generaciones y generaciones de hombres y mujeres me apoyan.
No puedes librarte de mi.

La pena que causo es tan insostenible que para soportarme, deberás pasarme a tus hijos, para que ellos me pasen a los suyos, por los siglos de los siglos.

Para ayudarte a ti y a tu descendencia, me disfrazare de perfeccionismo,
de altos ideales,
de autocritica,
de patriotismo,
de moralidad,
de buenas costumbres,
de autocontrol.

La pena que te causo es tan intna que querras negarme y para eso intentaras esconderme detras de tus personajes, detras de las drogas, detras de tu lucha por el dinero, detras de tu neurosis detras de tu sexualidad indiscriminada. Pero no importa lo que hagas, no importa a donde vayas, yo estare alli, siempre alli. Por que viaje contigo dia y noche sin descanso, sin limites.

Yo soy la causa principal de la dependencia, de la posesividad, del esfuerzo, de la inmoralidad, del miedo, de la violencia, del crimen, de la locura.

Yo te enseñe el miedo a ser rechazado, y condicione tu existencia a ese miedo. De mi dependes para seguir siendo esa persona buscada, deseada, aplaudidad, gentil y agradable que hoy muestras a los otros. De mi dependes por que soy el baúl en el qu escondiste aquellas cosas mas desagradables, mas ridiculas, menos deseables para ti mismo.

Gracias a mi, has aprendido a conformarte con lo que la vida te da, por que despues de todo, cualquier cosa que vivas sera siempre mas de lo que crees que mereces.

¿Has adivinado verdad?

Soy el sentimiento de rechazo que sientes por ti mismo.

SOY… EL SENTIMIENDO DE RECHAZO QUE SIENTES POR TI MISMO.

Recuerda nuestra historia…

Todo empezo aquel dia gris en que dejaste de decir orgulloso ¡YO SOY!
y entre avergonzado y temeroso, bajaste la cabeza y cambiaste tus dichos y actitudes por un pensamiento:
YO DEBERIA SER…

Extraído de «Recuentos para Demian» de Jorge Bucay

El Aguador

Un aguador de la India tenia dos vasijas que colgaban en los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía muchas grietas y llegaba al final del camino a pie con la mitad de agua, mientras que la otra era perfecta y conservaba todo su contenido, desde el arroyo hasta la casa de su patrón.

Durante dos años completos esto fue así diariamente. Desde luego la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues sabia que cumplía los fines para los que había sido creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su impropia imperfección y se sentía miserable porque solo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.

Finalmente, la tinaja quebrada le dijo al aguador:

-«Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo, porque debido a mis grietas solo puedes entregar la mitad de mi carga y obtienes la mitad del valor que deberías recibir»

El aguadro le respondió compasivamente:

-«Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino».

Así lo hizo la tinaja. Y en efecto, vio muchísimas flores hermosas en el sendero, pero de todos modos se sintió apenada porque al final, solo quedaba dentro de si, la mitad del agua que debía llevar. El aguador le dijo entonces

-«Te diste cuenta de que las flores solo florecen de tu lado del camino?. Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré las semillas de flores a todo lo largo del camino por donde pasamos y todos los días las has regado y he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi maestro. Si no fueras exactamente como eres, tus virtudes y tus defectos, no hubiera podido crear esta belleza».

Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas agrietadas. Pero debemos saber que siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados

La Botella de Agua

Un hombre estaba perdido en el desierto, destinado a morir de sed. Por su buena fortuna llegó a una cabaña vieja, desmoronada, sin ventanas ni techos. El pobre hombre anduvo por ahí y se encontró con una pequeña sombra donde acomodarse para huir del calor y el Sol del desierto. Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua, toda oxidada, el se arrastró hacia allí, tomó la manivela y comenzó a bombear, a bombear y a bombear sin parar. Pero nada sucedía.

Desilusionado, cayo postrado hacia atrás, notó que a su lado había una botella vieja, la miró, la limpió de todo el polvo que la rodeaba y pudo leer una nota que decía:

«Usted tiene primero que pre-cargar la bomba con toda el agua que contiene esta botella amigo, después, por favor tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de marchar».

El hombre desenroscó la tapa de la botella, y en realidad, ahí estaba el agua. ¡La botella estaba llena de agua!

De repente, el se vio en un dilema, si bebiese aquella agua, el podría sobrevivir, pero si la vertía en esa bomba vieja y oxidada, tal vez obtendría agua fresca, bien fría, del fondo del pozo, y podría tomar toda la que quisiese, o tal vez no, tal vez, la bomba no funcionaría y el agua de la botella se mal gastaria. ¡Podría morirse de sed!. ¿Qué debería hacer?, ¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que saliese agua fresca, o beber el agua vieja de la botella e ignorar el mensaje que le había dejado un desconocido? ¿Debería perder toda aquella agua en la esperanza de aquellas instrucciones aparentemente poco fiables, escritas no se sabe cuanto tiempo atrás?

Con grandes dudas, el hombre derramó toda el agua en la bomba, enseguida agarró la manivela y comenzó a bombear, y la bomba empezó a rechinar y rechinar sin parar… ¡Nada pasaba!

La bomba continuaba con sus ruidos y entonces surgió un hilo de agua, después un pequeño flujo y finalmente, el agua corrió con abundancia, agua fresca, cristalina.

El llenó la botella y bebió ansiosamente, la llenó otra vez y tomó aún más de su contenido refrescante. Enseguida, la llenó de nuevo para el próximo viajero, la llenó hasta la boca, tomó la pequeña nota y aumentó la frase:

«Créame que funciona, usted tiene que dar toda el agua antes de obtenerla nuevamente.»

¿Cuantas veces tenemos miedo de iniciar un nuevo proyecto pues este demandará una inversión de tiempo, dinero, preparación y conocimiento?.

¿Cuantos se han quedado parados satisfaciéndose con unos resultados mediocres?

Unas pocas veces en la vida, se nos presentan oportunidades que pueden ayudarnos a ser mejores personas, o abrirnos nuevas puertas que nos conducen a un mundo mejor. Pero quizás siempre tememos, en vez de entregarnos y confiar, nos frenamos a nosotros mismos quedándonos inmóviles delante del camino porque las dudas y nuestra inseguridad nos paralizan, y tomamos así sólo un poquito de la vida, casi insuficiente, cuando si venciéramos nuestros miedos y temores, tendríamos a nuestro alcance toda la fuente para tomar todo lo que deseásemos.

El burrito y el campesino

En un lugar de la antigua Grecia había un campesino que tenía un burrito, no era un burrito cualquiera, este era realmente inteligente, había compartido ya muchos años con su dueño campesino, había colaborado mucho en los quehaceres diarios de este y en su desarrollo personal llegando a ser uno de los campesinos más reconocidos de la comarca.

La relación entre ambos era magnifica, incluso el burro contaba con un lugar privilegiado en los establos, no le faltaba comida ni tampoco nada que cualquier otro animal pudiera solo imaginar.

Un día, el burro del campesino cayó en un pozo. El animal gimió por horas, mientras el campesino trataba de buscar desesperadamente ayuda. Finalmente le fue imposible encontrar ayuda, al no saber qué hacer, bajo los brazos y se conformó pensando que el burro ya estaba viejo y el pozo estaba seco, el burro ya no se quejaba, no se oían sus lamentos, además realmente el pozo necesitaba ser tapado de todas formas. Así que realmente no valía la pena sacar al burro del pozo.

Invitó a sus vecinos para que vinieran a ayudarle. Cada uno agarró una pala y empezaron a tirarle tierra al pozo. El burro que si estaba consciente y solo un poco magullado se dio cuenta de lo que estaba pasando y se puso muy triste, no entendía como su dueño podía hacerle eso.

Después de unas cuantas paladas de tierra al pozo, y para sorpresa de todos, el burro se movió y empezó, con cada palada, a sacudirse la tierra . El campesino finalmente miró al fondo del pozo y se sorprendió de lo que vio, con cada palada de tierra, el burro estaba haciendo algo increíble: se sacudía la tierra y daba un paso encima de la tierra. Muy pronto todo el mundo vio sorprendido como el burro llegó hasta la boca del pozo, pasó por encima del borde y salió trotando.

Conclusión:

– La vida va a tirarte tierra, todo tipo de tierra. El tema es que vas a hacer con ella.

– Cada problema puede ser un escalón para llegar al éxito. El tema pasa porque lo podamos ver de esa manera.

– Todo es cuestión de miradas y puntos de vista.

– Podemos salir de los más profundos pozos si no nos damos por vencidos. Si trabajamos decididamente en conseguir nuestras metas.

¿Para que sirve la disciplina?

Después de haber ganado muchos concursos de arco y flecha, el joven campeón de la ciudad fue a buscar al maestro zen.

-Soy el mejor de todos -dijo-. No aprendí religión, no busqué ayuda de los monjes y conseguí llegar a ser considerado el mejor arquero de toda la región. He sabido que durante una época, usted también fue considerado el mejor arquero de la región, y le pregunto: ¿había necesidad de hacerse monje para aprender a tirar?

-No-, respondió el maestro zen.

Pero el campeón no se dio por satisfecho: sacó una flecha, la colocó en su arco, disparó, y atravesó una cereza que se encontraba muy distante. Sonrió, como quien dice «podía haber ahorrado su tiempo,dedicándose solamente a la técnica», y dijo:

-Dudo que pueda usted hacer lo mismo.

Sin demostrar la menor preocupación, el maestro entró, cogió su arco y comenzó a caminar en dirección a una montaña próxima. En el camino existía un abismo que sólo podía ser cruzado por un viejo puente de cuerda en proceso de podredumbre, a punto de romperse. Con toda la calma, el maestro zen llegó hasta la mitad del puente, sacó su arco, colocó la flecha, apuntó a un árbol al otro lado del despeñadero y acertó el blanco.

-Ahora es tu turno -dijo gentilmente al joven, mientras regresaba a terreno seguro.

Aterrorizado, mirando el abismo a sus pies, el arquero fue hasta el lugar indicado y disparó, pero su flecha aterrizó muy distante del blanco.

-Para eso me sirvieron la disciplina y la práctica de la meditación -concluyó el maestro, cuando el joven volvió a su lado. -Tú puedes tener mucha habilidad con el instrumento que elegiste para ganarte la vida. pero todo esto es inútil si no consigues dominar la mente que utiliza este instrumento.

De Leyendas personales por Paulo Coelho

El árbol de los deseos

Un viajero muy cansado se sienta bajo la sombra de un árbol sin imaginarse que iba a encontrar un árbol mágico, «El Árbol que convierte en realidad los deseos».

Sentado sobre la tierra dura, el pensaba que sería muy agradable encontrarse una cama mullida. Al momento, esta cama apareció al lado suyo.Asombrado el hombre se instaló y dijo que el colmo de la dicha sería alcanzado, si una joven viniera y masajeara sus piernas cansadas.La joven apareció y lo masajeó de una manera muy agradable.

-Tengo hambre, -dice el hombre- y comer en este momento sería con seguridad, una delicia.

Una mesa surgió, cargada con alimentos suculentos. El hombre se alegra. Come y bebe. Su cabeza se inclina un poco. Suspárpados, por la acción del vino y la fatiga, se cierran. Se dejó caer a lo largo de la cama y pensaba ahora en los maravillosos eventos de este extraordinario día.

– Voy a dormir una hora o dos -se dice él-. Lo peor sería que un tigre pasara por aquí mientras duermo.Un tigre aparece enseguida y lo devora.

Conclusión
Tienes en ti mismo un Árbol de deseos que espera tus órdenes.
También puedes realizar tus pensamientos negativos y tus temores.
Puede contaminarse de ellos y bloquearse.
Este es el mecanismo de las preocupaciones.
En ti esta una vida libre de preocupaciones y de temores, a la sombra de tu propio Árbol de los Deseos.

El verdadero valor del anillo

Hacia el Siglo XII el maestro Agbar era reconocido por todos en Medina por su sabiduría. A él concurrían muchos en busca de consejo y aliento.

Yozzef hizo un largo viaje para llegar a la casa del Maestro y al llegar su turno le dijo:

– Maestro Agbar, siento que la vida me da menos de lo que merezco… se que debería estar mejor, ser más feliz, poseer más riquezas y sin embargo mi vida es mediocre y en el fondo poco placentera.

– Bien, bien. -contestó el maestro- Mira en estos momentos tengo un problema yo, así que te pido tu ayuda para resolverlo y luego podremos seguir con lo tuyo.

Yozzef se sintió sorprendido de que el maestro no tomase en cuenta su pregunta y le saliese con esta respuesta, pero no pudo menos que decir:

– ¿Qué necesita maestro ?

– Tengo que vender urgente este anillo por no menos de UNA moneda de oro. Te pido que tomes tu caballo, vayas al mercado y lo vendas. Pero ¡ NO ACEPTES MENOS de una moneda de oro !

Dicho esto, tomó el anillo de su dedo y se lo entregó a Yozzef quién, bastante molesto, para que negarlo, subió a su caballo y se dirigió al mercado a cumplir el encargo.

Una vez en el mercado Yozzef ofreció a la gente que pasaba el anillo pidiendo el precio que el maestro le había indicado. No consiguió más que burlas de la gente.

– ¡Una moneda de oro por ese anillo !, Muchacho, tú sí que estás loco, te ofrezco tres de cobre y esta daga.

La mejor oferta que recibió la obtuvo de una dama de buen aspecto quién envió su criado para que ofreciese una moneda de plata.

Horas después y ya cuando el mercado empezaba a cerrar, Yozzef agotado por el esfuerzo y totalmente decepcionado de tan ridículo encargo optó por regresar a la casa del Maestro.

En el viaje de regreso incluso pensó para sus adentros: «¿Será realmente Agbar tan buen maestro y sabio como se dice ? o ¿sólo un viejo ñoño y ambicioso que pretende una moneda de oro por este pedazo de lata sin valor ?

Al llegar dijo, con cierto tono de molestia en su voz.

– Agbar, me desgañité en el mercado ofreciendo este anillo a todos los que pasaron, pero lo máximo que obtuve fue la oferta de una moneda de plata.

– Aha, -dijo el maestro casi sin mirarlo- entonces hazme otro favor. Ve a la casa de Joyero Real que está frente a la Mezquita y dile a él que te indique el valor del anillo, pero NO SE LO VENDAS, te ofrezca lo que te ofrezca, ¿has entendido?

Allí partió Yozzef a cumplir el nuevo encargo, decepcionado y con la sensación de que el viejo lo tomaba como un sirviente y para peor, no había prestado aún ninguna atención a su consulta.

Al llegar al sitio indicado encontró al Joyero Real casi a punto de cerrar su negocio, con algunos ruegos consiguió que entrase nuevamente y analizase el anillo.

– ¿Y cuánto cree que puede valer esto ?» -preguntó Yozzef convencido de antemano del escaso valor de la pretendida joya.

– Bueno, la verdad es que…yo diría…» -titubeaba el Joyero Real mientras miraba el anillo desde todos sus ángulos- digamos que podría llegar a valer unas setenta monedas de oro, pero bueno, dado tu apuro yo podría pagarte alrededor de cincuenta, cincuenta y tres máximo.

La mandíbula de Yozzef cayó dando a su rostro una estúpida imagen e impidiéndole articular palabra alguna. Esto sin duda fue tomado por el Joyero como una hábil estrategia de regateo, ya que sin darle tiempo a recuperarse le dijo.

– Esta bien, está bien, veo que eres un duro negociante, pero no tengo forma de conseguir más de sesenta y dos monedas de oro en este instante.

Yozzef sin poder articular palabra aún, logró recuperar el anillo de la mano del Joyero, que se resistía a soltar la joya, y regresó a la casa de Agbar. Al ver su rostro sorprendido Agbar le dijo:

– Hola Yozzef, ¿que te ha dicho el Joyero?

– Realmente no lo puedo creer, taso el anillo en 70 monedas de oro y llegó a ofrecerme 62 en ese mismo momento, ¿quiere que regrese y selo venda?

– No, Yozzef -contestó el viejo mientras volvía a colocarse el anillo en su dedo- conozco el valor del anillo y se trata de una joya más valiosa aún de lo que el pillo del Joyero te la taso. Este anillo perteneció a Mustafá II el Supremo Sultán, aquí está su sello y cualquier Joyero puede reconocerlo al instante

– Pero, no entiendo y ¿por qué nadie en el mercado llegó a ofrecer más que unas pocas monedas de cobre por él?

– Porque, Yozzef, para advertir el valor de ciertas cosas hay que ser un experto. La gente en el mercado a lo sumo podría advertir el brillo del oro o el tamaño de una piedra incrustada, pero ninguno de ellos reconocería el Sello Real en el anillo.

Luego de invitar a Yozzef con un gesto de su mano a sentarse, Agbar siguió:
– Lo mismo ocurre con tu vida, estás esperando que la gente te reconozca, o que el destino te favorezca y no adviertes que el verdadero valor lo da el «sello real» que todos tenemos dentro, regresa y saca provecho de tu vida, NO por lo que los demás opinen o te den, sino por el verdadero valor de tu «sello real».